dijous, de març 29, 2007

La autolisis o la maquinación del verbo

De repente fue lunes y el mes de abril robado de antemano. Podía ser, según algunos, que los gintónics de más pasaran factura hepática. Sin embargo, los clásicos aseverarían (y los clásicos rara vez errarán) que los humores andaban estancados. La primavera por cobrar repite ahora insistentemente: dos meses. ¿Hoy es...? Dos, nueve, cifras universales, olímpicas, terráqueas o acuarianas: la realidad, caleidoscopio manejado por un necio, marea de tarde en tarde.

Así te levantas, resquebrajada por sueños demasiado reales, aburrida del mismo día que has manejado tantas veces, abducida por el sofá, harta del sudoku (nivel fácil) y de los si naturales. Podría ser que mañana no fuera, pero ayer tampoco. Siempre quedará un café, una sonrisa, un resquicio de rutina energética dentro de lo cotidiano.

Él siempre fue agnóstico, prefiere bailar una polka desnudos o vestirse con tu ropa interior. Mas tanta repetición ritual del vacío termina por calarle los tuétanos. Colecciona pesadillas y obsesiones, duda en la elección de unos calzoncillos, y hasta le parece que su incipiente calvicie se ha desmelenado definitivamente. Los diálogos con el espejo son lentos y parsimoniosos; por única conclusión, lágrimas de cristal. Siempre mejor esa almohada

Así las cosas, se siente y empieza por el final: fue lunes y de repente. Pero toda distima trasluce, de modo que hurga en el manual de su consciencia. Desconoce la evidente paradoja de un cerebro pensándose a sí mismo. De tanto escarbar, las uñas se enclavan en sus meninges. Ya sin manos para pensar ni cerebro para tocarla, le quedará el consuelo de haber dejado sus vísceras desparramadas por escrito.

Y en la culminación del sacrilegio, ninguna expiración recuerda ya qué fue del lunes 29...